lunes, 31 de mayo de 2010

no tengo trabajo pero quiero vacaciones

-Es anestesia, sino no soporto a nadie.
-No es tan difícil soportar. Vos no te soportás a vos.
-Bueno, puede ser, es como vivir en una casa que uno no quiere vivir. Estar dentro de uno, la verdad, sí, de una, yo tampoco me soporto.
-Eso le pasa a todo el mundo, y no todo el mundo se droga.
-Obviamente lo sé.


Marciano dejó ingresar una sustancia fosforecente en su médula. Sabía que la inyección le duraría unas horas. O su cuerpo se achicó o se transformó el tamaño de los muebles. En el piso habían juguetes. Una pelota de tenis vieja y allá un autito a fricción con luz de policía o ambulancia. Marciano tenía los cordones desatados en el recital. Las rodillas raspadas, extraviadas las llaves. Caminaba entre la gente como un fantasma, a la altura de sus ojos sólo veía las zapatillas de los otros. En su propia cara se presentó un gran zapato que casi lo pisa.


-No me parece tan divertido. De lo único que contás algo es de droga, parece que no sabés decir otra cosa. Siempre sos vos drogado y la gente que no se vincula con vos. Sos un chiste.
-No se me ocurre otra cosa. Iba a escribir sobre una idea del amor pero no puedo. Ni yo la entiendo.
-Andá a leer, aprendé, esto no es importante para nadie.


Marciano se limpió la cara embarrada y sintió que la sustancia se estaba yendo. Y no podía permitirlo. Habia estallado de felicidad y ahora descendía. Miró al cielo de la noche que nada más había dos estrellas. Quería estar ahí, extrañó el planeta. Cuando el mundo de las palabras entra en el mundo de Marciano, le sudan las manos y tiembla.

-Quería escribir sobre las ballenas y una poesía que habla del corazón-ballena.
-Escribí cuando realmente tengas algo para decir. A vos nada te hace feliz. Ah, no, cierto, te hace feliz drogarte.
-Y el amor.
-Que lo encontrás cuando estás drogado.
-No me gusta vivir. No soporto la vida.
-Matate.
-No puedo.
-Qué desastre. Hacé yoga, algo.
-Obviamente.

Marciano toma un tiro que alguien le convida en el baño. Lo hace un poco sin quererlo también. Marciano se cae, se golpea la cabeza con el inodoro. Se lastima una ceja. Sale del baño tratando de disimular, lo miran, lo suben a un auto. Marciano se despierta al otro día, la misma historia. Recibe un abrazo, no del todo. Marciano está solo y harto de ser como es.

-Bueno, me voy al gimnasio.
-Me parece bien. Algo con tu cuerpo. Cultivar el cuerpo y el espíritu.
-Y estoy llegando tarde por escribir esto.
-Muy pelotudo la verdad.

3 comentarios:

  1. están buenos los gimnasios. llenos de esa gente que hace bien al espíritu.
    y no lo digo en absoluto con ironía

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  2. yo tengo un trabajo que detesto y la verdad que preferiría no tener vacaciones así lo termino de aceptar

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  3. eh no sabés lo que es este gimnasio de pilates. me ponen en una cosa que se llama plataforma y parezco una gelatina

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