domingo, 16 de mayo de 2010

Y el rayo de realidad?



Marci Ano bajó a la tierra para escuchar un poco de rock y pasó por J.J a comprar whisky. Se había pintado los labios y sentía que mordía una frutilla de plástico cada vez que hablaba. Antes de salir, le tocó el turno de limpieza de nave y planeamiento de la nueva distribución de los aparatos del ala de esparcimiento. Tener un colectivo para viajes galácticos requería mucho esfuerzo y alto grado de espiritualidad y budismo. Pero como Marci Ano toma merca y vive complicada haciendo llamados a todos los punteros, hizo todo a las apuradas y con una cinta scoch poco potente pegó medio chuecas las figuritas de delfines 3d y dejó varias cosas tiradas. Cuando llegó al bar la cabeza se le partía en dos y se dedicó a la bebida. De repente (esto de verdad es de repente) el lugar se puso eléctrico. Destellos de luz blanca y desordenada música que la empezó a marear. Un sujeto cara de caballo se le acercó cantando dulcemente. Pero esa dulzura tenía el sabor de los picantes japoneses metálicos o de las chispas que salen de los puloveres de lana. Marci Ano se hizo a un lado, su cabeza decía: Dónde está Jabón Real, su corazón decía: Dónde está el amor que no me dieron nunca, su boca decía: Dónde está la merca, así me resfrío.
Una parte del relato se puso imposible describir. Marci Ano tiró una bomba espacial que dividió el espacio y no había ni noche ni día. Marci Ano se fue al bosque re dura y le pidió al cielo un par de regalos. Un perfume nuevo, una crema antiresaca, meses de felicidad, desaparición sistemática de terrícolas (de todos los absurdos) y un vibrador chiquito, de esos con forma de conejito o, por qué no! de marciano.
Se despertó en el lugar más cálido de la nave, estaba en cuatro patas, desnuda, con el sexo hinchado y empapado. Arriba de su cola tenía dos tajos, en la ingle otros dos. Rojos, clavados en su piel blanca y joven. En el cuello y en las muñecas tenía sangre. Se acordó que, en algún momento de la noche (si había sido una sola noche o dos o veinticuatro no importaba), pensó en pelarse. Pelarse, y después matarse. Pero su pelo caía en la espalda con la serenidad de siempre. Pensó: Narciso, el del estanque, estancamiento y desastre.
Le pintó nadar y se vistió con su traje de neoprene. Quizás Tailandia, mejor nos vamos de esta puta nave del orto. Cuando llegó a la salida se sorprendió al ver un rosal que había crecido de la nada y le tapaba la puerta. En la galería, Mario Tres y Mario Bros jugaban al truco. Le dijeron, a carcajadas: Boluda, qué borracha llegaste ayer, te decíamos que tengas cuidado, que no saltes por ahí, pero vos no escuchabas a nadie y te clavaste todas las espinas.

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