jueves, 19 de agosto de 2010

Eutonía

Marci se mira al espejo una sola vez al día. Su excelente memoria sobre ella misma la gratifica con dignos momentos de eutonía y placer. Algo se conserva, retiene desde que se es niña, la nínfula de Humbert, la madre que la peina y la baña: la niña sentada y tibia soplándose las rodillas.
Desde su nave-bañadera Marci visitaba la tierra. Oh la madre y el padre duermen desnudos, transpirados. La abuela como una momia en el pasillo de la casa, a la noche, sin dientes. El sonido de a la noche en verano y el olor de las velas. Eso puedo contar. Marci y El Coro de los Niños del Complejo: Encuentro Coral en Rosario. El colectivo sale a las diecinueve y treinta horas. Marci recuerda el neceser y el nuevo cepillo de pelo (para viaje), la bolsita para llevar la plata y la jabonera (le fascina el jabón sin envoltorio y suelto en el envase rosa, piensa en algo seco y pegajoso a la vez, el jabón en la interperie y protegido). El coro se encuentra a las seis una tarde de mucho calor. A todos los niños los vistieron con joggins y ropa de algodón de viaje (zapatillas y pelo impecables). Marci llega con su prima Fercherét, su prima soprano con plata de buen corazón. Llega el rubio primo Niki, la rubia prima Mariana (Marci adora a Mariana, su prima rubia gorda chistín), llega la directora Frau Stambolen: bellísima (soprano, seguro). El coro sale del complejo y espera en la vereda del frente la llegada del vehículo en la entrada del edificio de los militares (uno de los niños soprano tiene su casa ahí, con espadas y heraldos en las paredes). Muchos padres e hijos, y los hijos sin padres ni madres (por ejemplo Marci, Fercherét, niño Ayala) juegan a patinar el piso cantando "Las vías del tren" en portugués. Chaparrón.
Pizzería Legui, veintidós horas. Los amables pizzeros permiten que los niños se sequen las ropas en los hornos del local. La lluvia cerró los caminos. No hay Rosario, no hay nada. Marci y Fercherét son las últimas en irse. La señorita directora las acerca en un taxi (las madres no alcanzaron a llegar, después será el relato de madre uno cayendo en pozo que no vio por la inundación y madre dos ayudando más abuela con presión alta o baja).
Llegan abatidas, tristes. Madre y padre se gritan. Padre golpea al bebé y abuela golpea la olla en la que cocina. Ruido y silencio, en el intervalo Marci en su nave-bañadera lee cuentos de animales. Nuevo golpe, bebé y madre lloran. Fercherét salta y baila rondando a la abuela. Nuevo golpe, se cortó la luz. Madre trae unas velas. En la iluminación de su caminar de las velas madre canta "Vamos pastorcitos" y llega a la mesa. Los niños estacionan sus naves y se le acercan. La miran como peces mojados hambrientos. Cantan todos, menos padre. Y al rato padre canta también. Bajo la vela y felices, Marci en su nave-bañadera siente suspensión y silencio: música. Le brillan los ojos (ahora me brillan a mi, que me emociono y escribo). Luego viene lo otro. Aprenderse de memoria a uno mismo: exactitud, defensa.