viernes, 7 de mayo de 2010

Droga cara

Generalmente los marcianos cuando tienen frío se envuelven en lanas muy suaves que no son de ovejas blancas sino de pequeños animales peludos que crecen en macetas y sueltan su pelambre como deshojándose de espuma de terciopelo.

Ayer, hoy, el otro día, la Chica Grande encontró en una de las macetas de los animales que dan calor un frasco que contenía sólo una pequeña gota de droga. La bebió, sin pensar que era la última. El fulminante efecto la hizo devorarse un pie con el zapato puesto.

Cuando uno sabe que después no va a haber nada porque ésta gotita fue esperada por mucho tiempo, y cuando uno es una irracional cantidad de vitalidad suicida, ni siquiera reflexiona en la resaca que vendrá. Pero la Chica Grande miró el frasco con su gota, el brillo de la sustancia le calaba el pecho como un taladro, la luz de droga que insistía en manosearla. Entonces la bebió. Se le achicó la ropa, fue un gigante. Su cabeza golpeó el techo del subterráneo. Su pelo era el sol y ella era un animal grandioso. Una mujer gigante cabalgando por la ciudad. Esto duró unas horas. Al amanecer,las manos de la Chica Grande empezaron a sudar un líquido blanco vizcoso como si fuera semen. Adelgazó. Su piel se llenó de grasitud. Le dio frío. Ahora era una pequeña marcianita envuelta en una frazada gris. Su corazón se oprimió. Ella sabía igual que en la droga no se confía.

Por experiencia propia, beber la última gota no se lo recomienda a nadie.

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