sábado, 3 de julio de 2010

Grandes aventuras de Marci Ano parte once

La última huella de mi existencia: estos ojos que te miran. Los ojos que dicen: No soy una ardilla, soy un marciano. Marciano, Marciano, Marciano. Se terminaron las provisiones en la nave. Mario Bros dice: Que vaya Marci, que es la más ducha. Y a dónde tengo que ir? Pregunta Marci. A Tucumán, contestan.
Marci es una pelota de fuego que decide salir quemando las extremidades de la nave. Al ritmo de su propio sueño que ELLA MISMA ENTONA se despide de los amigos y sale: profunda estela amarilla que se va. En el camino la interrumpe el sonido de la respiración humana. Oh, la humanidad, enfrentarse o huir, piensa Marci, y huye. A mitad del camino hay un diler en su moto. Lo que más me gusta es conversar. Hola, Diler. Qué onda. Sí, sí, treinta puede ser? Cincuenta no tengo ni ahí.
Le da una aparente muestra gratis de aspirina. Antes de llegar al super Marci hace un tiro. La marea sube, baja, se forma en una punta como una pirámide de agua y baja otra vez. Los árboles todos de tronco angosto se balancean en un baile idiota. Ahora debería pensar en lo que dejé atrás, pero pienso en mi nariz y su congestión. También compra en un kiosco, una lata de cerveza y un Marlboro 10. Mientras elige naranjas hortalizas vuelve a escuchar el sonido de la respiración humana. Se da vuelta, no hay nadie. El verdulero a lo lejos, con su delantal blanco y su morochisidad, le tira un beso. Marci lo mira fijamente, se masajea la nuca y saca la lengua. El verdulero se escapa. Marci saca el frasquito y esnifa. Se dirige a la salida con su bola de fuego ardiente. No es un monstruo ni una ardilla. Es ella, la más mezquina Marci Ano.
Al volver a la nave prepara una excelente porción de lava de zanahoria untada con crema de pistacho y leche de cabra. "Excelente porción, Marci", dice Marciano Primo. "Sí, sí, que se repita", dice Mario Tres y Mario Bros aplaude. "Espero que no te pongas de mal humor", dice el invitado.
Esta no es una fábula cristiana en la que Marci se recuesta cansada en un colchón a soñar con lo que sería su vida si no fuera tan generosa. Aunque sí se le cruza la idea por la cabeza, es recién la primer idea. La segunda es: Disfruten muchachos, coman lo que quieran, pero el frasquito es mío.